Desde el inicio de la pandemia, las Pymes estamos viviendo en un continuo tiovivo. Los departamentos de finanzas, que siempre han sido considerados por los otros como el malo de la película, los que siempre están fiscalizando y analizándolo todo, tuvieron que ser los primeros en reaccionar con determinación. A partir del pasado mes de marzo debieron dejar de lado el miedo (que como seres humanos tenían, al igual que el resto de la población) y actuar con rapidez.
¿Su obligación? Mantener viva la empresa ante la incertidumbre de lo que venía, y crear, de la noche a la mañana (literalmente hablando), un plan de contingencia para asegurar su continuidad ante la reducción de ventas:
- Salvaguardar todo el equipo humano, velando por su tranquilidad y seguridad.
- Ser conscientes que ahora los objetivos de las empresas eran totalmente distintos a los planteados para el 2020 y evaluando inmediatamente el impacto financiero.
- Preparar el músculo financiero de las compañías para anticiparse en lo posible a los complicados escenarios venideros que no sabían cuáles serían ni lo que durarían.
Los departamentos financieros tuvimos que emplear todos nuestros recursos: hacer un análisis exhaustivo del cash-flow (no era momento de balances y cuenta de resultados; si algo aprendimos de crisis anteriores es que la falta de liquidez es uno de los principales motivos que acaban con las compañías), estar atentos a los planes de ayuda ofrecidos por las distintas administraciones, mantener una relación óptima con las entidades bancarias, y actuar, actuar y no dejar de actuar.
La adaptación es nuestro principal valor competitivo
Hemos aprendido que lo que hoy es válido, seguramente mañana ya no lo sea. Nos movemos en terrenos cambiantes e inciertos, “planning is guessing”, y nadie tiene la bola mágica de cómo ni cuándo acabará.
Aunque las decisiones tomadas los primeros días fueran pensadas, también fueron tomadas con rapidez; tuvimos que actuar con celeridad. Con los ya 7 meses que llevamos viviendo esta situación hemos aprendido a reflexionar, y como muy bien dicen los entendidos en el tema: “Aquél que reflexiona cada día incrementa sus resultados, en contraposición con aquél que no se para a pensar y sigue trabajando”.
Intentemos sacar alguna enseñanza de todo ello. Hagamos que, tanto nosotros mismos, como nuestras empresas, se enfoquen en un nuevo sistema adaptativo. Aprendamos a tener una capacidad constante de adaptación y aprendizaje, y que este sea nuestro principal valor competitivo.